Según el informe publicado por Sedigas, el coste de reemplazar las calderas por bombas de calor no se limita al precio de los propios dispositivos, sino que también implica una inversión significativa en la infraestructura eléctrica necesaria para suministrar la energía eléctrica adicional requerida por las bombas de calor.
En términos concretos, la sustitución de 11.1 millones de calderas por bombas de calor aumentaría la demanda de potencia eléctrica por vivienda de 2kW a 4kW. Este incremento de 2kW por vivienda tiene un impacto sustancial en la capacidad de la red eléctrica actual.Para satisfacer esta demanda, sería necesario duplicar la red de distribución eléctrica existente, lo que representa un reto técnico y financiero considerable.
La red eléctrica actual ya se encuentra saturada en muchos lugares, y la incorporación masiva de bombas de calor podría generar cuellos de botella en la red, así como afectar a la calidad y fiabilidad del suministro eléctrico.
El estudio también señala que, además del coste inicial de inversión en infraestructura, se requiere un continuo gasto anual significativo para mantener y renovar la red eléctrica. El coste anual proyectado asciende a 5.161 millones de euros, lo que se traduce en un coste acumulado en 40 años de aproximadamente 206.440 millones de euros, suponiendo un crecimiento plano y variaciones mínimas en los costes de operación y mantenimiento.
Este informe plantea preguntas importantes sobre la viabilidad de una transición masiva hacia bombas de calor en la UE y la necesidad de encontrar soluciones alternativas. Por ejemplo, ¿qué va a pasar con toda la red estratégica ya creada y en pleno funcionamiento de gas? Si ya está creada la red, ¿no sería más lógico ahorrarnos esa inversión y promocionar energías renovables que puedan usar esa red como el hidrógeno o el biometano?
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